Cuenta la historia que las almas fueron convertidas en carros jalados por dos caballos: el blanco que representaba a la parte sensible y el negro, a la pasional; por otro lado el chofer representaba la parte racional y era el encargado de llevar el control. Estas almas vivían felices y sin ataduras; solo existía una regla que no debía ser rota jamás: “si uno de los caballos domina al chofer, el alma era expulsada al mundo sensible”. Muchas almas lo cumplieron, pero hubo unas cuantas que la desobedecieron y fueron expulsadas a un mundo imperfecto, donde una especie de cárcel llamada cuerpo las capturó. Intentaron de todo para escapar pero no lograron, fue entonces que un hombre muy sabio les dio la solución: “la única forma de escapar de este cuerpo es alcanzando el conocimiento máximo, si no lo alcanzas seguirás cambiando de cuerpo hasta que lo logres” dijo Platón. Fue así como las almas desobedientes empezaron a conocer y luchar por descubrir la verdad; pero se dieron cuenta de algo muy importante: ellas conocían ciertas cosas, no aprendían de cero ya que recordaban las Ideas que habían contemplado y visto en el mundo de las Ideas. Finalmente dejaron esta cárcel para ir al mundo maravilloso y perfecto de las Ideas.
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